Publio Terencio Afer (185-159 a.C.) Nació
en Cartago, en el norte de África. Se sabe con seguridad
que, siendo todavía adolescente, llegó a Roma
como esclavo del senador Terencio
Lucano, quien le dio una esmerada educación y le
concedió la libertad. Como era
costumbre adoptó el nomen
de su patrón, Terencio, y mantuvo en el cognomen,
Afer, la referencia a su procedencia geográfica.
En
el año 160 a. C. emprendió un viaje a Grecia por
causa que
desconocemos y en el transcurso del mismo, en circunstancias igualmente
oscuras,
falleció. Suetonio da como fecha de su muerte el 159.
Escribió seis comedias palliatas, cuyas fechas de estreno conocemos porque han conservado sus didascalias. La mayor parte de sus comedias siguen originales griegos de Menandro, el más moderado y moral de los autores del Comedia Nueva. La relación de las comedias de Terencio según el orden de su representación es el siguiente:
Andria
(La muchacha de Andros)
Hecyra
(La suegra) Heautontimoroumenos
(El mortificador de sí mismo)
Eunuchus
(El eunuco) Phormio
(Formión)
Adelphoe
(Los hermanos) Dado
que Terencio no consiguió el éxito con la rapidez
de Plauto,
el poeta dedicó los prólogos de sus comedias a
defenderse de los ataques de los
críticos. Rechazaba los
prólogos-exposición y convertía los
suyos en
literarios, con los que intentaba dar respuesta a las acusaciones que
se le
formulaban, razonaba sobre los modelos utilizados y exponían
sus ideas sobre su
obra. Después
de la muerte de Plauto los círculos literarios ya no
gustaban de la latinización de las comedias griegas. En
parte por ello Terencio
mantiene en sus comedias el ambiente griego. Huye de las tramas
complicadas,
del recurso a la caricatura y del chiste fácil. Tal vez uno
de los puntos
débiles de la obra de Terencio consistía
precisamente en que su maestría
literaria no conseguía provocar la fuerza cómica
de las obras de Plauto. La
gran elegancia y calidad de su lenguaje hizo de él en
época
imperial un modelo de lo que se denominaba sermo
urbanus, un discurso
elegante. Y de esta manera, por sus conocimientos literarios, por sus
gustos
elevados, por su estilo elegante alejado de lo vulgar, Terencio es un
buen
representante de lo que en su época se llamó humanitas,
cualidad que el
poeta resumió en su conocido verso: Homo
sum, humani nil a me alienium puto. |